jueves, 23 de septiembre de 2010

Palacio De Congresos de Madrid, 29 junio 2010

Fotos: Alberto Vicente y Jorge Bravo

Os pongo la crónica del 20 minutos:

Resulta curioso analizar los procesos químicos e internos que llevan a ciertos músicos a cuajar más entre el vitoreo de un festival que en la intimidad de una sala. O al revés, naturalmente, con repartidores de entrañas que se abstienen de exponerse ante el gentío excesivo y sólo entre la penumbra y bajo techo apuntan a tu corazón. Chris Isaak, el solista americano más brillante del mundo en la actualidad, manejó a las masas en el reciente Azkena Rock con solvencia, ofreciendo un show más que correcto, pero sin duda donde exprimió más su potencial y su magnetismo, donde su repertorio asomó vibrante, donde se sintió en su salsa, donde apareció ese aura ingrávida e intangible que distingue a los grandes de los genios fue en el madrileño Palacio de Congresos, mientras España liquidaba a Portugal en el Mundial de Sudáfrica.

Suele ocurrir con aquellos enemigos del pudor, con esos héroes que alguna vez se desnudaron ante ti y sacaron tus vergüenzas, con los que al fin y al cabo te hincan el bisturí y tú, entre sollozos, pides más. El paso de Isaak y su bisturí por la capital fue en el marco de una gira española organizada por Last Tour International, y que, entre otras ciudades, recalará en Barcelona el miércoles 30.

Suponemos que aquellos que vieron a Frank Sinatra embaucar y emocionar con un micrófono, a Elvis Presley incendiar escenarios y a Roy Orbison mostrar sus abismos se jactarán de ello, presumirán de haber presenciado acontecimientos irrepetibles, de haber compartido oxígeno con los mejores crooners. Y harán bien. Dicho esto, no hay motivos para que el actual sector de fans que sigue los movimientos de Chris Isaak (marginal, muy marginal) no sienta que está ante un mito en vida, ante la figura más importante, de larguísimo, que ha dado ese universo desde que el adorable intérprete de We'll Take The Night nos dijo adiós. Un hombre que trasciende Kiss FM y su conexión con David Lynch, que está muy lejos de aburguesarse en su programa de televisión, que hace al fin y al cabo lo esencial en un músico, lo importante, en realidad un arte perdido, aquí se viene a añorar y a padecer: canciones bellísimas, de una emoción escalofriante.

En realidad tampoco necesitaba imperiosamente esta gira, conviene añadir. No es el típico caso de artista creativamente seco que necesite vivir de las rentas sobre un escenario para pagar facturas. El californiano se encuentra en uno de los mejores momentos de su carrera, y nunca espaciar las publicaciones de las obras de estudio había tenido más sentido. Últimamente no se prodiga mucho, la verdad, pero cuando se anima, tapa bocas con una contundencia escandalosa. Mr. Lucky fue su última hazaña, en 2009. Y ese optimismo agridulce que irradia el álbum fue lo que marcó el concierto.

Virajes a su interior

Se le ve feliz, exultante, pero cuando baja el pie del acelerador y acomete curvas y virajes a su interior, llega a intimidar. Así, varios de los lances más memorables del show coincidieron con esa entrega a su tono melancólico, oscuro. Blue Spanish Sky provocó el asombro generalizado, con la gente capturada por su atmósfera. La interpretación de You Don 't Cry Like I Do agotó calificativos, ciertas cosas trascienden miserables párrafos. Tocó Wicked Game, pero no sonó a concesión, sino a confesión. Cierto es que volvió a predominar más la luminosidad, el vigor (incendiaria The Best I Ever Had), puede decirse que, valga el simplismo, fue algo más Elvis que Orbison, quizá pudo ahorrarse la manida Pretty Woman o el poco convincente tratamiento gospel de Worked It Out Wrong y limitar algún momento de algarabía popular y de invasión del escenario para acometer Lie To Me, Shadows In The Mirror o Flying. Y que no suene como reproche, sino como absurda búsqueda de la perfección, como ese rigor que despiertan los amores más exacerbados.

Mención especial para la acústica de la sala, exquisita, con un sonido sensacional. Lleno de matices, de profundidad. Y también aplauso infinito a la banda, unos músicos muy competentes, con un gran despliegue instrumental, tan dotados para percutir como para subyugar, para el ritmo como para la melodía. Además de todo lo citado, por cierto, interactuó constantemente con el público, alentó el uso de las cámaras de fotos, provocó mareos entre la facción femenina con contoneos pélvicos, estrechó a algunos asistentes la mano mientras susurraba Love Me Tender, contó una anécdota con James Brown y se enfundó su célebre traje de espejos.

Y tras dos horas de liturgia, el volcán con tupé se despidió. Encantado de la experiencia. Lógico.

Crónica de "El giradiscos.com":

La coincidencia con el partido de la selección Española no frenó al californiano que triunfó por todo lo alto la pasada noche en Madrid. Agradecido de tener un público delante que eligiera apoyar la música rock por encima de otros acontecimientos, hizo que el de San Francisco saliera arrasando desde la primera canción, –no visitaba Madrid desde los años 90–. Antes se pudo ver a los vallisoletanos Arizona Baby que caldearon el ambiente de una noche que prometía ser inolvidable.

A la hora indicada apareció Chris Isaak con impecable traje al estilo Hank Williams, derrochando voz y carisma, demostrando que es uno de los mejores showman de la actualidad. El publico que lo esperaba ansiosamente y que ya en el segundo tema animados por el propio artista, abandonaba sus butacas para acercarse a pie de escenario a bailar, fotografiarse con su ídolo e incluso echarle todo tipo de piropos. Continuo con la muy Tex-mex "Two hearts", o la sobrecogedora "Somebody`s Crying" con guiño al teclista Scott Plunkett con el que entonó "Somebody´s drinking" mientras bebía de su taza, y es que el sentido del humor y la diversión estuvo presente durante toda la velada.

Seguidamente, ya estaba paseándose por la platea del Palacio de Congresos con un “Love me tender” de su admirado Elvis, mientras saludaba, firmaba y daba la bienvenida casi uno por uno de los que allí estábamos. Espectáculo total, la voz prodigiosa de Chris, unido a una gran banda de músicos, que para su lucimiento coordinaban movimientos de baile y que no sólo servían de mero acompañamiento, si no que interactuaban en un espectáculo calculado al milímetro y en el que nada falló.

No paró de bromear, contornearse e incluso subir a escena a algunas afortunadas féminas –no es de extrañar que comentara que “le encanta su trabajo”–, a bailar junto a él y a la banda en el tema "Baby did a bad bad thing" o en “Lie To Me”. Otros grandes momentos de la noche fueron cuando cantó a capela o el set acústico en el que brilló especialmente el latino Rafael Padilla a la percusión y es que Isaak conserva la misma banda desde hace veinticinco años, Kenney Dale Johnson, Rowland Salley y Hershel Yatovitz que es el trío base insustituible (teclado, guitarra, bajo, percusiones y batería).

Fue repasando las canciones de su último disco de estudio “Mr. Lucky”, que sonaron a la altura de sus clásicos especialmente la gran "Cheater`s town", “Forever Blue”, “Wicked game”, “San Francisco days”, la maravillosa "Speak to the devil" que elevó la temperatura del recinto.

También hubo momentos para anécdotas, como su primer encuentro con James Brown, y al darle la mano en un concierto el soul-machine le dedico un sonoro eructo, o un ruido indescifrable. Momento que dio paso a una versión del gran Brown con imitación histérica incluida. Demostró que es lo más cercano que veremos de lo que pudo ser un espectáculo de Elvis o Roy Orbison.

En los bises Chris salió con su traje de espejos, estilo Las Vegas y nos traslado al "Blue hotel", no podía faltar su versión del gran Roy Orbison con el que guarda un asombroso parecido en el timbre vocal "Oh pretty woman" fue la elegida.

La intimista "Spanish blue sky" por razones obvias cerró un concierto que permanecerá en nuestras retinas durante mucho mucho tiempo, como decía nuestro amigo y compañero Nacho B. que grande, pero que muy grande!.

Al final se pudo observar a un emocionado Chris, que por bien seguro a el tampoco se le olvidará la pasada noche en Madrid.

Texto: Alberto Vicente y Jorge Bravo “El Gurú”.

1 comentario:

Falsa Fan dijo...

Los pelos como escarpias leyendo esta parte de lo que dice el 20 minutos, seremos marginales pero bien orgullosos:

Suponemos que aquellos que vieron a Frank Sinatra embaucar y emocionar con un micrófono, a Elvis Presley incendiar escenarios y a Roy Orbison mostrar sus abismos se jactarán de ello, presumirán de haber presenciado acontecimientos irrepetibles, de haber compartido oxígeno con los mejores crooners. Y harán bien. Dicho esto, no hay motivos para que el actual sector de fans que sigue los movimientos de Chris Isaak (marginal, muy marginal) no sienta que está ante un mito en vida, ante la figura más importante, de larguísimo, que ha dado ese universo desde que el adorable intérprete de We'll Take The Night nos dijo adiós. Un hombre que trasciende Kiss FM y su conexión con David Lynch, que está muy lejos de aburguesarse en su programa de televisión, que hace al fin y al cabo lo esencial en un músico, lo importante, en realidad un arte perdido, aquí se viene a añorar y a padecer: canciones bellísimas, de una emoción escalofriante.

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